Sin libros sobre protocolo, sin apuntes de protocolo, sin archivo de protocolo…, así he rematado mi mes de agosto. Y, aunque parezca mentira, este vacío de protocolo en mi vida durante casi veinte días ha sido ocupado por un entusiasmo por el protocolo.
Un sentimiento que me mueve, no a recorrer otros caminos o a proyectar nuevas acciones, sino a seguir la trayectoria profesional que la vida me marca con empeño. Y para ello también preciso de tesón, una virtud que nos ayuda a ser perseverantes, constantes y responsables.
Septiembre es fin del descanso del guerrero e inicio de una nueva batalla que libraremos con éxito si nos ceñimos el cinturón del entusiasmo y vestimos el tesón como coraza.
Creo firmemente que todo profesional, incluidos los que nos dedicamos al protocolo u organización de eventos, debe expresar dicha actitud. Ya sea en una empresa, institución oficial o académica, o por cuenta propia, nuestra disposición de ánimo es el estandarte a seguir para aquellas personas que dirijamos, lideremos, eduquemos o aconsejemos.
Al frente, once meses para protocolizar. Es decir, para incorporar a nuestros actos y acciones profesionales la actitud y la aptitud que nos dirijan hacia el trabajo bien hecho, y en donde «todo debe cumplirse como si estuviese previsto en un guion riguroso, pues de la perfección de una ceremonia depende la eficacia del efecto buscado», comenta Francisco Marín Calahorro.
Al igual que la preparación del discurso improvisado nos conduce a su eficacia, así mismo debemos actuar con nuestra trayectoria profesional a corto plazo. Para ser eficaces debemos saber titular nuestro recorrido, el cual sufrirá variaciones al igual que el título del mismo conforme avancemos.
Pero si perseveramos en nuestro objetivo, el próximo mes de agosto lo iniciaremos con el epitafio: He trabajado bastante, puesto que descanso invicto.
Por: Mª del Carmen Portugal Bueno