Me resulta identificativo escuchar y leer constantemente en diferentes medios de
comunicación que si pactos con la izquierda, que si conversaciones con la derecha.
Este ir y venir en nuestra realidad política se asemeja, salvando las distancias, a mi realidad profesional actual. Y, quizás, a la de compañeros de la Asociación Española de Protocolo (AEP).
El día a día estival de las personas que nos dedicamos a la enseñanza discurre entre actividad organizativa y preparatoria para el próximo curso 2019-2020. Habrá docentes que ejerzan en su territorio y otros, como es mi caso, que nuestro ámbito familiar y profesional no coincidan.
Bajo mi objetividad, a fecha de hoy la ciudad que más reclama protocolo es Madrid.
Consecuencia lógica al ser sede de tres de las seis universidades que ofertan el grado oficial en protocolo y organización de eventos. Así que viajar cuatrocientos kilómetros, trabajar y volver a casa ya no es nada excepcional. Como tampoco lo es embarcar agradecida por la oportunidad por muy lejos que se presente.
Todos somos conscientes de lo complicado que está el mercado laboral en España por su propio estado: la tasa de vacantes se mantiene estable y ajena a las subidas o bajadas del nivel del paro. Por esto, por mucho que nos esforcemos en encontrar o generar trabajo en formato educativo en nuestras zonas más cercanas, si estas se alejan del centro de la península las dificultades crecen. Pero, ¿qué nivel de aprieto estamos dispuestos a tolerar para obtener el reconocimiento que deseamos?
Spencer Johnson, en su libro ¿Quién se ha llevado mi queso?, nos lo plantea de manera excepcional: «Cada uno de nosotros tiene su propia idea de lo que es el Queso, y nos esforzamos por encontrarlo porque estamos convencidos de que nos hará felices». Por esta razón, si nuestro nivel de empeño no es superado por el de la frustración, vamos por buen camino. Avanzamos y somos conscientes de que «el movimiento hacia una nueva dirección te ayuda a encontrar Queso Nuevo».
Por esta razón, si mi Queso me conduce a Madrid, cojo el AVE y ¡allá voy!
Mª del Carmen Portugal Bueno