Siempre he tenido curiosidad por saber qué tipo de regalos recibían los altos mandatarios tras la toma de posesión de sus cargos y, miren por donde, el pasado día 19 de enero, en El Mundo.es Esther Mucientes realizaba una breve reseña sobre el tema.

El caso es que, tanto por el titular como por el contenido, esas líneas iban más bien dirigidas a cotillear la lista de regalos que recientemente y por vez primera había publicado el Departamento de Estado de la Casa Blanca con motivo de la toma de posesión de su presidente, el Sr. Obama, y el nuevo equipo de gobierno.

Pues bien, les puedo decir que echando un vistazo a esa superlista mi curiosidad ha pasado hoy ya a un segundo plano, ya que, en contra de lo que esperaba, los obsequios que ahí figuran están dentro de los estándares más fácilmente previsibles: me refiero a los innumerables relojes, juegos de plumas y estilográficas, carteras y maletas, corbatas, vajillas, libros, pinturas, grabados, esculturas, medallas conmemorativas, cristalerías, porcelanas, alfombras, etc. , todo, como era previsible, de la máxima calidad.

Por encima de las valoraciones que la Sra. Mucientes realiza sobre el grado de gasto de los altos mandatarios y estando de acuerdo con ella en que es alucinante ver cómo el rey de Arabia Saudí gastó más 300.000 dólares en varios objetos para la familia presidencial (también es cierto que para este señor, en su escala de valores, hacer un gasto de 300.000 dólares en un Jefe de Estado debe ser una minucia), lo que más me llama la atención es que prácticamente el 100% va a parar a un almacén/archivo, donde nadie volverá a verlos a no ser el encargado de pasarles el plumero.

Regalar a un Presidente de una primera potencia mundial no debe ser tarea fácil, pero, si conociéramos la reglamentación de este país (y el profesional del protocolo debiera conocerla en este caso) la duda quedaría reducida considerablemente. Me refiero a que en los Estados Unidos está prohibido por ley todo tipo de regalos a su Presidente y funcionarios por encima de una cierta cantidad que creo ronda los 300 dólares, cantidad máxima hasta la cual un obsequio se considera una cortesía. El resto, como figura en el informe, va a parar a un almacén del Departamento de Tesoro con el comentario no superficial de “would cause embarrassment to donor an U.S. govermment”.

Así que, con esta premisa, surge la pregunta esperada: ¿para qué tanto gasto? ¿qué hemos conseguido con ello si es que pretendíamos conseguir algo?

En este caso, está claro que absolutamente nada. Ni siquiera llamar la atención de nuestro destinatario pues, a lo sumo, y con suerte, le pasarán una lista algo más detallada (me refiero a la posibilidad de incluir una fotografía) de los objetos recibidos.

Apuesto, en este caso, por emplear nuestros esfuerzos en redactar una buena carta de felicitación con la que adjuntemos una de nuestras mejores botellas de aceite o de buen vino, que, a la vez de ahorrar dinero al erario público, y mostrar la riqueza gastronómica española, tendrá más probabilidades de llegar al paladar de nuestro destinatario que a la estantería donde, una vez al año, será sometida a un cumplido plumerazo.
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*Descáguese el listado del Departamento de Estado de la Casa Blanca – Ver listado
*Artículo publicado en Elmundo.es de Esther Mucientes –
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