“La naturaleza hace que los hombres nos parezcamos unos a otros y nos juntemos; la educación hace que seamos diferentes y que nos alejemos”; el filósofo chino Confucio pronunció estas sabias palabras.

El protocolo social es mi especialidad, creo en su necesidad, defiendo su puesta en práctica y muestro la lógica de las pautas que contiene. Sencillez, respeto, prudencia, cortesía, tolerancia, amabilidad, humildad, naturalidad y sentido del humor son las bases sobre las que se asienta. Ofrece recomendaciones, que optimizan la coexistencia y el entendimiento consustancial al ser humano, adecuado a los condicionantes de cada situación precisa y a la realidad social actual; una época presidida por nuevas escalas de valores, introducción masiva de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, convivencia entre diferentes culturas, consumismo desenfrenado y escasez de conciencia crítica.

Los cambios experimentados deben traer consigo la adaptación a las particularidades y coyunturas actuales, y la distinción de las relaciones sociales en el marco del respeto, a uno mismo y a los demás, potenciando la amabilidad, el detalle, la ayuda, la comprensión y la seguridad, alentando el diálogo y la cooperación entre diferentes culturas, todo ello, aderezado con una buena, sincera y bella sonrisa.

El protocolo social contemporáneo hace una fusión entre clasicismo e innovación, costumbre y evolución, respetando la tradición pero capacitándola de la originalidad y el avance indispensable para adecuarla a la objetividad social establecida en la actualidad.

El conocimiento y aplicación de las recomendaciones que sugiere aportan seguridad a nuestros actos, afianzan relaciones, sellan confianzas y posibilitan el disfrute del trato entre las personas, fortaleciendo los vínculos que se establecen.

Todas las acciones, los comportamientos, las formas de actuar tienen un por qué. La respuesta a cualquier pregunta que uno se formule no es algo tan simple como responder Si o No, más bien, depende. ¿Depende de qué? De con quién, de dónde, de cuándo, de en qué momento, de cómo, de por qué. Qué circunstancias te motivan a actuar de esa forma, con qué tipo de gente, en qué situación, inducido porqué, con qué objetivo, qué factores influyen en tu conducta, qué prima a la hora de tenerlos en cuenta…

Toda acción tiene una causa que la origina, que la justifica, que la refuerza, que la recomienda, que la obliga, que… Cada situación requiere un comportamiento concreto adecuado a cada circunstancia, aplicado con tolerancia y transigencia.

Exigimos acciones bruscamente, demandamos respeto sin ofrecerlo a cambio, vociferamos como forma habitual de comunicación, rechazamos comportamientos sin argumentos que fundamentan nuestra decisión… ¿Por qué nos dejamos arrastrar por actuaciones conjuntas que nos causan desasosiego e intimidamos con ácidos comentarios cuando estamos enojados, asumimos un protagonismo ilimitado cuando no nos corresponde? ¿Por qué, aún a sabiendas de actuar en desacuerdo con nuestras ideas, las llevamos a cabo? ¿Por qué…?

Para integrarnos, para relacionarnos, para formar parte de un determinado grupo social; pero… ¿a cualquier precio? Permitir que otros dirijan tu vida, guíen tus pasos, orienten tus actos, encaminen tus acciones, anulen tus decisiones, desoigan tus deseos… y, aún encima, convertirte en una marioneta. ¿Merece la pena?

Descuidamos nuestra conducta, omitimos la dimensión que abarca nuestro proceder. El comportamiento pone de manifiesto los pensamientos, valores y objetivos que persigues. Tu forma de actuar refleja cómo eres, qué piensas, en qué te apoyas, por qué luchas, en qué cree; trae consecuencias que afectan a familia, amigos, compañeros, vecinos.

Comportamientos infantiles, simples, torpes, negligentes deben dejar paso a conductas naturales, sensatas y razonables; apoyadas en criterios lógicos y actuales, realistas. Huyamos de disculpas vacías de contenido, de opiniones subjetivas y de actitudes transgresoras y pongamos el acento en la educación, que nos hace libres.

Olvidamos, actuamos, desconocemos, avanzamos, dudamos, ¿preguntamos? He impartido cursos a cientos de mujeres y hombres de todas las edades y profesiones y me enorgullece poder afirmar que me sigue sorprendiendo gratamente el comprobar que si que si bien acuden con un concepto «estirado, rancio y elitista» del protocolo social y sus propuestas; su concepción del mismo varía, encontrándose con una materia accesible, flexible y actualizada que les atrapa y les hace ver la necesidad de su conocimiento y la simplicidad de su puesta en práctica.

Cada persona tiene unas actitudes, unas aptitudes y unas cualidades que la diferencian de los demás. Diferencia que humaniza, embellece y enriquece las relaciones sociales. Oscar Wilde decía que “la elegancia brota desde dentro, nace y es cualidad del espíritu, se expande y denota en la forma cotidiana de ser uno mismo”.

El protocolo social es aplicable a cualquier ámbito: personal, laboral, empresarial. No es exacto, se aplica con flexibilidad y criterio la práctica más adecuada a cada situación puntual. Actuar con seguridad, saber qué hacer en cada momento y realizarlo de forma adecuada es fundamental en cualquier función que se desarrolle.

Conducirte con naturalidad en los distintos ambientes, actuar de forma segura, proyectar tu mejor imagen en cada momento, destacar por tu tolerancia, discreción y solidaridad imprime mérito a tu biografía personal y profesional.

Un protocolo social respetuoso, actual, reflexivo, maduro, sensato y cauto. Es la disciplina que siento y defiendo, la que pongo en práctica y sugiero aplicar. Hoy más que nunca, la educación es un valor en alza.

“En realidad nunca crecemos. Sólo aprendemos a comportarnos en público”. (Bryan White)

http://www.revistaprotocolo.es/mar-castro/373-protocolo-social-una-necesidad.html