Quienes ejercen el poder, saben de la importancia que conlleva la proyección del mismo hacia el resto de la sociedad. La imagen del poder, es además el poder de la imagen. Las formas, los gestos, los símbolos, forman parte de ese entramado que permite no sólo proyectar ese poder, sino magnificarlo. Y aquí es donde entra el protocolo y la aplicación de sus técnicas, de su intrínseco lenguaje de expresión ceremonial.

En esta tarea, resulta primordial contar con el asesoramiento de cualificados especialistas que aporten sus conocimientos en la materia y contribuyan a que esa imagen se proyecte adecuadamente y se evite la comisión de errores como sucede en ocasiones.

La segunda cuestión es si quien ostenta-a veces detenta-ese poder hace caso omiso de lo que se le dice y es él quien toma la decisión de actuar de esta o aquella manera.

Por ejemplo, y el otro día lo comentamos, el presidente dela Generalitat ArturMas cada vez que comparece en público lo hace custodiado por las banderas de su Comunidad Autónoma- que es como se llama Cataluña en el Estado actual- y la de Europa, pero obviando la de España. O lo que es lo mismo, su pública aparición  pone de relieve que está vulnerando la ley- en este caso la que regula el uso de la bandera-. Queremos suponer que los responsables de Protocolo, como profesionales que respetan  la normativa en su ejercicio, le advierten de esta circunstancia y que la decisión es del político. Porque tampoco es que sea un accidente ocasional, como cuando  el presidente dela Xuntade Galicia, Alberto Núñez compareció en rueda de prensa con las banderas mal colocadas (España, Galicia y Europa), pero fue un lapsus, anecdótico y “muy plástico”, pero fue eso, una incorrecta eventualidad.

Por eso, es necesario hacer valer siempre el trabajo del profesional del protocolo allí donde esté y al servicio de quien esté. Si el protocolo es un conjunto de normas, ceremonias y formalidades, es imprescindible aplicarlo con todas sus consecuencias y jamás sesgando los principios rectores de nuestra función, porque de lo contrario, le estamos haciendo un flaco favor a la profesión.

Tenemos que evitar que aquellos que llevan la manija política, también lo hagan con el protocolo, que es materia del profesional, lo mismo que redactar un comunicado de prensa le corresponde al periodista o diseñar una WEB al especialista informático.

Ejercer el poder no implica minimizar u obviar el papel del equipo que trabaja al lado de esa persona. Tiene que respetar el trabajo de cada uno, considerando que cada cual es competente en su materia. La ordenación de las banderas o la formación de una mesa, por ejemplo, es cuestión que se pone en manos de quien  está profesionalmente capacitado para ello, en este caso, el experto en protocolo. De esta manera, a buen seguro que cada cual estará en el sitio que le corresponde y se evitarán fotos que siembran la duda cuando nos preguntamos por qué esa enseña no está donde tiene que estar o por qué no está simplemente o porque en una mesa está esta o aquella persona, mientras echamos en falta a otros que deberían estar. Parece un galimatías lingüístico, pero en realidad lo es solamente protocolario.

Tenemos que reivindicar que nuestra labor se reconozca a todos los niveles y que el protocolo es algo mucho mas serio con el que no se puede frivolizar o ajustar como un traje a la medida. Simplemente se aplica siguiendo unas pautas y nadie puede soslayar su relevancia ni interpretar a su gusto personal.