A pesar del buen juego de Croacia en la primera parte del partido, finalmente el preciado trofeo se lo llevó Francia en medio de un aguacero descomunal convertido en protagonista indirecto del acto de entrega de los premios, levantando especulaciones, opiniones encontradas e imágenes curiosas para la historia del fútbol y para los organizadores de eventos.

En lo que nos interesa, el “protocolo” de la final del campeonato del mundo de fútbol, celebrado este verano en Rusia ha dado mucho de qué hablar en estos días posteriores, y sí que es verdad que han sucedido algunos aspectos que han llamado la atención, sobre todo a nivel protocolario…

Antes del partido

Es curioso ver como en la señal que dio la televisión, en el momento de la interpretación del himno de Francia, no aparecía el Presidente Putin, alguien podía pensar que se encontraba en el puesto 2, de una  presidencia par, ya que las imágenes solo enseñaban a Infantino, presidente de la FIFA y al presidente de Francia… pero cuando enfocaron al palco, durante la interpretación del himno de Croacia, salía Infantino, junto a la presidenta de Croacia… ¿Dónde estaba Putin?

Durante el partido

También es preciso resaltar las “comodidades” que se permitieron durante el transcurrir del encuentro la presidencia del palco, donde han salido fotografías sin chaqueta y sin corbata… además de ciertos aspavientos no muy decorosos para tales personajes.

Después del partido

Referente a la ceremonia de premiación, llevada a cabo en el terreno de juego, propició una larga espera por parte de los jugadores y, de los operadores de televisión. La cuestión fue que una vez terminado el partido, suele haber una cuña de publicidad mientras montan las estructuras para realizar la entrega de premios. En el caso que nos ocupa, después de la publicidad, la televisión regresó al directo y estuvo un tiempo demasiado largo enseñando planos del estadio y los jugadores porque las autoridades no llegaban… ¿Qué hacían?

Llegados a lugar de entrega de premios, el orden protocolario fue oportuno, presidiendo el presidente de FIFA, o lo que es lo mismo, el anfitrión. Por otro lado, la línea de autoridades, estuvo correcta: en primer lugar, el anfitrión, presidente de la FIFA, Gianni Infantino; en segundo lugar el presidente del país anfitrión, Vladimir Putin; a continuación el presidente del país vencedor del Mundial, Emmanuel Macron; en cuarto lugar, la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic, cerrando,  los presidentes de federaciones.

La anécdota fue que durante esta ceremonia, cayó un aguacero tremendo sobre Moscú y solo apareció un paraguas, que fue a parar sobre Putin, dejando al resto, incluido el anfitrión, al descubierto, propiciando que se pusieran empapados. A los pocos minutos, aparecieron varios paraguas, de diferentes modelos, para “socorrer” al resto de autoridades, si bien, ya fue tarde.
Desde el punto de vista de cualquier profesional de protocolo, lo habitual es tener un plan alternativo para que la climatología no empañe, nunca mejor dicho, la organización de cualquier acto al aire libre. Desde luego, la experiencia aconseja siempre ese tipo de precaución, más tratándose de un caso tan mediático como el que nos ocupa.
Frecuentemente, este tipo de escenografías se montan en cinco minutos, a la vista del público, con una minuciosa organización previa y con los tiempos bien medidos, acorde al ritmo que marca la retransmisión televisiva del evento. Precisamente, en este Mundial, llamó la atención el hecho de que se tardó bastante en hacer la entrega de los premios. Lo usual es, mientras se monta el escenario, insertar una cuña de publicidad para retomar la señal en directo con la premiación.
En este caso, pasó mucho tiempo hasta que aparecieron las autoridades; tanto fue así que incluso se veía a los jugadores en corro esperando, cuando lo normal es verlos celebrando las mieles de la victoria o recomponiéndose de la derrota; todo eso ya había pasado… Mientras tanto, muy posiblemente, los responsables de organización estuvieron barruntando alternativas; eso no lo sabemos, pero es muy posible. Lo cierto es que en un acto festivo y multitudinario como éste, bajo techo, hubiera restado visibilidad y participación a gran parte del público.
Pero quizás lo más llamativo y controvertido, desde el punto de vista protocolario, fue ver al presidente ruso cobijado bajo un paraguas, mientras que el presidente de la FIFA, el presidente francés y la presidenta de Croacia, estaban perfectamente al descubierto y bien empapados. Una instantánea realmente inaceptable que, en justicia, hay que desmontar ya que no parece que se diera un trato de favor a Putin; sencillamente su paraguas llegó primero y, poco después, otros tres iguales, tratando de proteger del enorme aguacero al resto de dignatarios.

La FIFA World Cup, la entregó el presidente de la FIFA, lo cual, en términos protocolarios, está bien, ya que es su legítimo dueño y teniendo en cuenta el poder que tiene el fútbol, donde ni siquiera hay cesión en el palco al jefe de estado que los acoge, es coherente que tampoco se ceda la entrega de la Copa. Lo que llama la atención es lo poco “limpia” que es la entrega del trofeo en sí. Los jugadores están todos en piña a un lado de la plataforma, enmarcados con la corporativa del evento, lo cual está bien, pero el presidente de FIFA, no puede acceder al lugar donde aguarda el capitán de Francia porque se lo impiden el resto de jugadores, con lo que asoma la cabeza y medio cuerpo, le da la copa al capitán y desaparece, dejando que sea el propio jugador quien alce la copa, una vez ya ha desaparecido de escena quien hace la entrega.

Es una forma de entregar los trofeos que se está poniendo de moda últimamente, ya que antaño, era en el propio palco presidencial donde se realizaba. Todo depende del criterio que dé el presidente de turno, ya sea de FIFA, -UEFA, etc…

Otro capítulo aparte, muy mediático, ha sido la celebración de la victoria de la selección francesa, por parte de su presidente, Enmanuel Macron, en el palco presidencial. Algunos medios han calificado su demostración de entusiasmo incontenible, como una falta protocolaria. Ciertamente, las buenas maneras, no el protocolo, apuntan celebró el hacia la mesura y el comedimiento, sobre todo cuando el entusiasmo de uno es irreversiblemente la amarga decepción de otros.
¡Naturalidad y resignación en un acto y en un deporte habitualmente expuesto a las inclemencias del tiempo y a las más viscerales emociones personales!