En ocasiones mi subconsciente me lleva al otro lado, a aquel en el que soy la artífice del acto que se está criticando desde redes sociales. La sensación no es agradable, sobre todo cuando los comentarios se quedan enfangados en un enjuiciamiento perjuicioso.
Antes de seguir, pido disculpas si alguna vez mis observaciones sobre un evento ejecutado han herido a su responsable.
Con estas líneas quiero defender la necesidad de criticar, pero una crítica como solo un periodista, y lector, puede dar por buena, la crítica periodística.
Los periodistas tenemos a nuestro alcance diversos géneros periodísticos para realizar nuestra labor, a saber, informar a la sociedad. Uno de estos es la crítica que ayuda a interpretar acontecimientos culturales. Todos hemos escuchado y leído críticas literarias, cinematográficas, teatrales, musicales o gastronómicas. Todas ellas tienen unas características especiales que ayudan al profesional a que su comentario tenga la calidad de crítica y no de censura.
Pues bien, como periodista especializada en protocolo reivindico la crítica de protocolo.
Con la crítica realizamos una valoración sobre el trabajo de terceras personas. Esta valoración tiene que cumplir tres funciones: informar, orientar y educar.
El crítico informa sobre una ceremonia, sobre un hecho consumado. A su vez orienta sobre las características de la misma, dirige al lector sobre la correcta, o no, ejecución del acto para, finalmente, educar en el resultado del evento. Este proceder debe sustentarse en una coherente argumentación.
En este sentido, la crítica periodística de una ceremonia es la expresión valorativa de un periodista especialista en protocolo. El crítico debe ser experto en la materia sobre la que está comentando ya que está emitiendo un juicio cuya finalidad es informar, aunque desde la perspectiva del comentario. Por esta razón, es fundamental que el informador escriba desde la honradez.
Tenemos que tener muy claro que el mensaje periodístico de la crítica, al igual que el resto de los géneros, es informar, pero en ella desde una mirada educativa, lo que la diferencia del resto.
Especialización, honradez y visión ilustrativa son las características que exige una crítica a su autor, quien debe alejarse, como de la peste, de la dureza en sus juicios y, en cambio, enfrentarse al espacio en blanco con espíritu reflexivo y serenidad de juicio. Y el fruto de todo esto será una crítica justa, sencilla y apasionada sobre un evento. Es decir, un mensaje que ayuda al conocimiento del protocolo tanto al organizador del acto, como al autor de la crítica y a su lector.
Esta es la grandeza del ejercicio de una profesión que me entusiasma y más cuando mis escritos tienen como protagonista al protocolo, tal y como expresé en su día en un artículo titulado «Soy periodista y escribo sobre protocolo», y que puedes leer pinchando aquí.

Mª del Carmen Portugal Bueno