Se cumplen ya 25 años desde la creación de la Asociación Española de Protocolo (AEP)… ¡Tempus fugit! y deseo, desde estas líneas, felicitar y felicitarnos por la existencia de la misma y la impagable labor que viene desarrollando y sobre todo en estos últimos años, ya que aglutina las múltiples inquietudes de nuestra profesión y expande, en
cuantos foros le resulta posible, la importancia de la misma.
Tuve el honor y el privilegio de pertenecer a su Junta Directiva durante cuatro años y me consta lo difícil que resulta la desinteresada e intensa dedicación a la labor divulgativa, administrativa y de captación que lleva a cabo la AEP., siempre en defensa de nuestros intereses. Por ello, ¡Enhorabuena! y ¡Felicidades!
Y ya que tengo la oportunidad de dirigirme a los socios de nuestra querida AEP, quisiera plasmar en este escrito algunas reflexiones, que a modo personal me vienen a la mente y que no tienen por qué ser compartidas por todos mis colegas, amigos y compañeros de profesión.

¡Cómo me agradaría escribir este artículo, inmerso en una ola de optimismo, con unas perspectivas de futuro inmejorables y que sirviera de ánimo a las generaciones más jóvenes que nos siguen, a quienes vamos dejando paso, pues los años no pasan en balde! ¡No resulta fácil!
Pues, a pesar de las circunstancias que padecemos y que en nada favorecen a nuestra profesión, como más adelante relataré, lo voy a hacer. Y lo voy a hacer porque estoy convencido de la importancia del PROTOCOLO y la absoluta necesidad de la existencia del mismo, por el bien de la interrelación entre las personas, empresas e instituciones y el correcto funcionamiento de las mismas.
Estamos asistiendo, desde hace ya varios años, sobre todo en numerosas instituciones, y debido a la más profunda ignorancia de algunos de sus dirigentes, a un desprestigio manifiesto de lo que es y representa el protocolo, como herramienta de la comunicación, facilitadora de unas fluidas relaciones humanas y del correcto funcionamiento de cuantas acciones de comunicación e imagen se pretendan trasladar a cada uno de los públicos objetivos.
Eso sí, creo que deberíamos los profesionales del protocolo llevar a cabo una reflexión profunda y autocrítica y ponernos de acuerdo en lo que es y lo que representa; cómo se lleva a cabo, cuál es el objetivo primordial de esta materia y evitar en lo posible la disparidad de criterios respecto incluso a su propia definición y al ejercicio de la misma.
Hoy por hoy, se da mayoritariamente por entendido que el
protocolo va intrínsecamente unido a la organización de eventos y efectivamente considero que así es y debe ser y, aunque son dos términos diferentes, están íntimamente ligados por la necesidad de aplicar el primero en el desarrollo correcto del segundo.
Sin embargo, todavía existe una tendencia “purista”, que respeto, y que considera que ¡
El protocolo es protocolo y nada más! Hubo un tiempo en que así fue y el “protocolista” ejercía según las normas establecidas, limitándose a la aplicación del R.D. 2099/83 y poco más.
Teniendo en cuenta que el mencionado Real Decreto está, no solamente desprestigiado, sino fuera de uso en la mayoría de las Comunidades Autónomas, al menos en el orden de precedencia y en algunas cosas más, de poco sirve en nuestros días aplicar estrictamente la norma y hacerlo como única función en el desempeño de nuestras
tareas.
No es hablar de futuro, sino de presente, plantear la organización de actos (perdón, eventos) en su conjunto, como un paquete de actuaciones, nada sencillas, encaminadas al logro de los objetivos comunicacionales de una organización. Por lo tanto, para resultar útil e indispensable en empresas o instituciones, un profesional del protocolo ha de conocer al detalle todos los elementos necesarios para la perfecta realización de cualquier acto o evento que éstas organicen tanto de orden interno como externo.
En este sentido, uno de los mayores avances que se han llevado a cabo en nuestra profesión, ha sido la Titulación Superior Universitaria en forma de Grado, que, tras años de dura pelea, se logró gracias, fundamentalmente, al esfuerzo y empeño y trabajo de
Don Carlos Fuente Lafuente, al que nunca podré agradecer suficientemente, no únicamente este logro, sino el ánimo que me transmitió para alcanzar este espaldarazo académico que conseguí tras un verdadero esfuerzo, nada fácil, dada mi edad.

Ésta es la vía por la que, a mi entender, debe transcurrir el conocimiento del Protocolo y Organización de Eventos, de forma que los profesionales que lo ejerzan tengan, además de un profundo conocimiento de la materia, un respaldo de oficialidad basado en una formación académica universitaria. Ello sin menospreciar ni degradar a grandes profesionales que, a base de experiencia y una valiosa intuición y trabajo han hecho y hacen una magnífica e impecable labor en este mundo tan complicado del protocolo.
Sobre todo,
hemos de hacer hincapié en la unión de todos para hacer valer nuestro oficio y profesionalidad, sin discrepancias, celos o enfrentamientos solapados, y sí con un apoyo explícito e inquebrantable a la Asociación Española de Protocolo en todas sus valiosas iniciativas, acordes con los tiempos actuales, donde la globalización y
la inmediatez de internet, redes sociales, etc. nos obligan a cambios sustanciales en nuestros modos de actuación. Deberíamos, por otro lado, incrementar nuestros niveles de implicación en la misma y facilitar la creación y colaboración con las
Delegaciones Territoriales, tan imprescindibles para el logro de los objetivos de la AEP.

Finalmente, quisiera agradecer a nuestro presidente, Don Juan Ángel Gato, su dedicación, cariño y esfuerzo al frente de esta asociación, así como reconocer los éxitos alcanzados por la AEP, consecuencia de su impecable actuación. ¡Gracias, Presidente!


Josu Alberdi Aguirrebeitia
Director del Gabinete de Comunicación y Protocolo
Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz