Juan Jose FeijooEn más de una ocasión nos hemos referido al uso incorrecto de las banderas, principalmente, dentro del ámbito institucional y en lo referente a la colocación de la enseña autonómica en solitario, contraviniendo la ley que obliga a la exhibición conjunta de ésta junto a la del Estado.

Y hoy queremos hablar también de banderas pero por otro motivo, mucho más arraigado en el sentimiento de la población. Queremos dejar constancia de la reciente euforia bicolor, en clave roja y gualda, a raíz del Campeonato del Mundo de Fútbol y que tuvo su explosión final cuando la selección española se hizo con la copa. Toda España se ha teñido con los colores de la enseña nacional.

Balcones, fachadas, comercios, vehículos… cualquier espacio era idóneo para colgar una bandera y con ese gesto, testimoniar la adhesión de la ciudadanía a la selección española. Una adhesión que además, iba creciendo a medida que transcurría el Mundial y que nuestro equipo nacional lograba un triunfo, pues crecían las expectativas del triunfo final y ello repercutía en esa euforia que finalmente se desató. Más que nunca, se disparó la producción y venta de banderas de España.

Estos días, los españoles han salido a la calle exhibiendo con orgullo su enseña, la que representa a un país y a un Estado y sin temor a que nadie les tildase o tachase de nada. La bandera española no es patrimonio de ninguna entidad privada, sea ésta social, civil o política. Es patrimonio de todos los españoles, y como consta en el artículo 1 de la Ley 39/81 de 28 de octubre que regula el uso de la bandera de España, “simboliza la nación; esa signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución”.

Es curioso comprobar cómo lo que la política no consigue, lo logra el deporte y más concretamente el fútbol, auténtico fenómeno de masas por antonomasia, como ha quedado patente en este reciente Mundial de África. Nos estamos refiriendo a la unión de un pueblo a través de sus símbolos y específicamente, de un emblema tan arraigado en el sentimiento popular como es la bandera.

A partir de ahora, esperemos que se mantenga ese orgullo bicolor y que no haya que esperar otro relevante acontecimiento de masas para ello.

Los símbolos y emblemas encierran un mensaje intrínseco que cada ciudadano asume y nadie debe renunciar a ello, de la misma manera que cuando en una ceremonia colocamos unas banderas, lo hacemos porque conllevan una representación que todos conocemos.
________________________________________________________________________________________
*Texto extraído del artículo publicado el 14 de Julio de 2010 en RevistaProtocolo.comVer artículo