«En la organización de actos hay mucho intrusismo, todos sabemos tomar una aspirina, pero no todos somos médicos»

El pasado 4 de junio, el Diario Independiente de Asturias, La Nueva España, publicaba una entrevista a Pablo Ignacio Arango, Presidente de de la Delegación asturiana de la Asociación Española de Protocolo.

Difundimos la entrevista con autorización expresa de La Nueva España.

Oviedo es la sede desde el pasado abril de la recién constituida delegación asturiana de la Asociación Española de Protocolo. Al frente, como su primer Presidente, Pablo Ignacio Arango (Mieres, 1974). Funcionario de carrera en el Ayuntamiento de Siero y profesor de Protocolo Oficial y Planificación de Eventos, lucha contra el instrusismo en el campo del protocolo y defiende la titulación de los especialistas en esta materia.

– ¿Qué retos afronta la recién creada delegación asturiana de la Asociación Española de Protocolo?

– Muchos. La asociación española es muy grande y los miembros asturianos querían tener un órgano cercano, tener que ir siempre a Madrid se hace complicado. Vamos a defender el perfil profesional de los que nos dedicamos al protocolo y la organización de eventos. Tenemos que dejar claro quiénes somos y a qué nos dedicamos, que no es simplemente saber colocar tenedores o sentar presidentes.

– ¿Cuáles son los errores más frecuentes por no contar con profesionales?

– Su buscas, encuentras muchas empresas que se dedican a estas actividades. Pero no todas tienen la formación y la experiencia necesarias. Las hay que cometen muchos errores en asuntos tan importantes como la seguridad de las personas y los alimentos o no tener en cuenta las necesidades de personas con discapacidades físicas. Todos sabemos tomar una aspirina pero no todos somos médicos. Con grados oficiales reglados en la Universidad Española hay que defender a quien se está formando.

– El protocolo estuvo en el centro de la polémica en un congreso reciente al que acudieron el Alcalde de Oviedo, Wenceslao López y el Delegado de Gobierno. ¿Quién debe tener una mayor relevancia?

– Hay una serie de normas que hay que cumplir pero hay que ser flexible. En general, la intervención final es de la máxima autoridad o invitado de honor salvo que se haga una cesión. En un evento privado, entiendo que Gabino de Lorenzo acude como representante del Gobierno de España y entonces estaría por delante de Wenceslao López. Pero también es verdad que el congreso se celebraba en Oviedo y la proyección de la ciudad es importante. A nivel protocolario sería correcto que el delegado de gobierno, cerrase ese acto. Si el alcalde se vio degradado debió haber negociado para que, por ejemplo, De Lorenzo dirigiese el acto y lo cerrara el alcalde.

– ¿Son habituales los conflictos por el protocolo?

– A veces pasa. Por ejemplo, cuando las conserjerías salen a otras regiones, creen que están por encima del alcalde pero según el Real Decreto que lo regula, los consejeros no están por encima de los regidores. Hay que intentar negociar porque si no se llega a un acuerdo, una autoridad puede renunciar a acudir, lo que es perjudicial para el evento.

– ¿Cuáles son las reglas más importantes que se obvian con más facilidad?

– Te das cuenta que no hay profesionales cualificados al observar la colocación de banderas o los invitados. Porque aunque haya una normativa legal, en ocasiones hay que adaptarse al objetivo del evento, que es transmitir un mensaje. Y eso se hace a través de las personas. Así, un premiado es el verdadero centro del acto, hay que darle protagonismo.

– En Oviedo, el Palacio de Congresos de Calatrava es un centro de atención

– Debería serlo. El problema es que alquilar el espacio es costoso y no todo el mundo e lo puede permitir. Es una joya que habría que potenciar pero la crisis no ayuda a nadie.

– ¿Qué tipo de congresos serían ideales ara Asturias?

– Yo creo que la riqueza de Asturias son su geografía y su gastronomía pero también tiene profesionales muy prestigiosos en los campos como la medicina. Podría organizarse cualquier tipo de congreso o, por lo menos deberíamos intentarlo.

Por: Javier Fernández