Si tenemos en cuenta que una de las acepciones con las que se define la palabra lenguaje es el “conjunto de señales que dan a entender algo” no podemos obviar el importantísimo papel que tiene en la transmisión de ideas y valores.

Distintas teorías, como la mantenida por Piaget, sostienen la estrecha relación entre la acción y el pensamiento para producir el lenguaje (es producto de la acción y del pensamiento). Por tanto, podemos asegurar que este conjunto de sonidos articulados sirve para que las personas expresen lo que piensan o lo que sienten.O, dicho de otro modo, la forma de expresarse no es un hecho aislado, sino que está totalmente relacionada con la sociedad en la que nos desenvolvemos, no es neutra ya que responde a ciertos intereses y visiones acerca de la realidad. Pero lo mejor de todo, es que está vivo, y por ello puede evolucionar.

La RAE tras la consulta que formuló el Gobierno en cuanto al buen uso del lenguaje inclusivo en la Carta Magna señaló algunas opciones como problemáticas o innecesarias, aunque sí aceptaba la argumentación del desdoblamiento para algunas cuestiones como son las referidas a la figura del rey o de la reina.  Para el presidente de la RAE el uso del lenguaje inclusivo es “una moda…”, incluso una “manía que va en retroceso”, pero si la sociedad aboga por la igualdad, si la legislación reconoce unos derechos y lucha contra la discriminación, si organismos tan importantes como el Parlamento Europeo o distintas administraciones ponen en marcha medidas y legislan al respecto **… nosotros como profesionales del Protocolo debemos asumir estos principios y ponerlos en marcha tanto por acción (con la aplicación de estas sugerencias) como por omisión (de los conceptos que perpetúan las diferencias).

En este sentido, el Protocolo tiene el deber de actuar y contribuir a este proceso igualitario. En nuestras manos estáfavorecer la igualdad porque con los actos comunicamos, sensibilizamos y formamos. Porque con cada evento trasladamos de manera más o menos subliminal determinados conceptos o ideas. Y no podemos obviar que nos encontramos ante una aceptación igualitaria de hombres y mujeres,así como a una mayor integración o normalización social de personas con discapacidad. Grupos de población, mujeres y personas con discapacidad, que sienten y han sentido históricamente una gran discriminación. Y aunque existe suficiente legislación para evitar estas circunstancias adversas, lo cierto es que aún no se aplican.

Pero nosotros partimos de una cierta ventaja. Por norma, las diferencias jerárquicasno distinguen entre hombres y mujeres cuando se han de establecer precedencias. Ubicamos a las personas, establecemos ordenaciones, nombramos o nos referimos a ellas en función del rango sin tener en cuenta su género o situación personal.

Aun así, podemos hacer algo más. Debemos hacer algo más. Podríamos revisar nuestros textos, los discursos, programas, invitaciones, rótulos, para que no sean sexistas y desarrollemos una comunicación no estereotipada. Podemos aplicar medidas en este sentido en las presentaciones, boletines de inscripción, en identificativos y tarjetas de asignación de puestos o notas de protocolo.

Para hacer una revisión de nuestros documentos apliquemos la regla de inversión, que consiste en darle la vuelta a la frase o la situación cuando se duda sobre su sexismo. Allí donde figura el hombre, poner a la mujer, y viceversa. Si la frase resulta disparatada, es que el enunciado es sexista y, en consecuencia, debe ser modificado.

Evitemos aquellas expresiones duales en apariencia, pero cuyo significado no es equivalente según el género (como es hombre público frente a mujer pública) o los vacíos léxicos, esto es aquellas palabras que se refieren a una cualidad o algo positivo pero que no cuentan con la forma femenina como es por ejemplo “caballerosidad” o aquellas que son todo lo contrario, esto es, que la única forma es femenina, pero tiene una connotación peyorativa como como las asignaturas “Marías”.

Otra de las medidas que podemos aplicar es el desdoblamiento, aunque algunas personas lo cuestionan argumentando la economía del lenguaje. Pero lo cierto es que lo que no se nombra se invisibiliza. Así, podemos evitar el uso del “hombre” o del masculino como expresión genérica para lo que, en presentaciones y discursos, podemos utilizar con total facilidad las expresiones dobles como “Compañeras y compañeros”, alternando el orden de presentación a lo largo del texto para evitar priorizar una forma gramatical sobre la otra.

El vocabulario es muy rico por lo que otra opción consiste en utilizar términos neutros, genéricos o palabras que denominan a los colectivos como “plantilla, alumnado, asistentes, …”, abstractos como administración, presidencia o perífrasis y giros como las personas candidatas en lugar de los candidatos.

En nuestros impresos, cuestionarios o documentos de inscripción recurramos al uso de los desdoblamientos y dobletes con barras o incluso, en comunicados más informales, utilicemos el Arroba @

Con respecto a descripciones o contenidos de intervenciones, como ocurre en las presentaciones, evitemos la disimetría en el trato mujeres/hombres, esto es, nombrar y/o dirigirnos de manera diferenciada según se trate de hombre o mujer, por ejemplo, destacando valores de cargos en hombres por encima de descripciones basadas en la imagen para las mujeres.

Intentemos en todo momento no desligar el término discapacidad del contexto persona con procurando así no sustantivar este adjetivo.Hemos de tratar de cambiar expresiones como “minusválidos“ o “discapacitados”, que generalizan a la globalidad de la persona, por el de “persona con discapacidad”, que la reducen a su limitación puntual.Y por supuesto prescindamos de verbos y expresiones que señalan la discapacidad como una carga negativa: sufre, padece, soporta, víctima, etc.

Las aposiciones redundantes, que destacan la condición sexual de las mujeres o la discapacidad por encima de cualquier otra cualidad que resulta apropiada a la situación, han de eliminarse en nuestros comentarios públicos y privados. Sobra decir que entre nuestro público hay por ejemplo mujeres empresarias o deportistasciegos, …

Los estereotipos sexistas y las expresiones condescendientes no han de formar parte tampoco de nuestros contenidos.

Otros recursos que nos pueden ser útiles en este proceso igualitario consiste en la omisión del determinante ante sustantivos de forma única (como por ejemplo es el caso de Los asistentes y los premiados, mejor sería decir asistentes y premiados o cada asistente…), eludir el sujeto sustituyéndolo por “se” como forma impersonal o pasiva refleja (los asistentes deberán acudir sería mejor decir, se deberá acudir antes de…), sustituir los determinantes o recurrir a pronombres sin marca de género (quien, quienes) como en el caso (los premiados… mejor quienes reciban el premio), usar la conjunción Si (Es más adecuado decir si quiere asistir … a decir los que quieran asistir…), sustituir los verbos ser y estar por tener o formas reflexivas (Ejemplo:“Están confirmados” por “tienen la confirmación”), feminizar las profesiones y por supuesto evitar fórmulas de tratamiento que diferencie o marque rangos según el estado civil como es el uso de señora o señorita.

Las medidas expuestas, ejemplos de buenas prácticas, es posible que en principio nos parezcan inútiles o pensemos que suponen una carga de trabajo adicional, pero en Protocolo constituimos escaparates y, por responsabilidad social,hemos de ser conscientes de que con ello trasladamos mensajes y damos respuestas a reivindicaciones de colectivos, interiorizamos conceptos y, sobre todo, contribuimos a una sociedad más ajustada a la realidad.

Seamos conscientes de que el ejercicio de nuestra responsabilidad como profesionales de Protocolo contribuye a la Igualdad como un valor fundamental de nuestra sociedad y ese compromiso aporta además un valor decisivo a nuestros actos.

María José Flujas Delegada territorial de la AEP en Andalucía