La cualificación del profesional del protocolo y de la organización de eventos viene dada no sólo por su preparación académica, sino por la práctica en el ejercicio de la actividad, de igual manera que sucede en otros ámbitos profesionales.

Cualquier persona debidamente formada, siempre accederá a la profesión en mejores condiciones que otra que no ha tenido esa preparación técnica que le permite ser competitivo. Es algo indiscutible. Ahora bien, en el caso de nuestra actividad profesional, todos sabemos que ha experimentado un profundo cambio en cuanto a la formación de los profesionales.

Pasamos de una especialización adquirida en cursos que impartían reconocidos profesionales y donde te daban un diploma que certificaba tu asistencia y aptitud, a una formación avalada por centros académicos y universidades que expedían titulo propio hasta llegar al reconocimiento oficial de grado universitario.

Las condiciones de formación han evolucionado, adaptándose a los nuevos tiempos y a una demanda que exigía más calidad y mayor nivel de especialización de contenidos, porque además esta disciplina fue a su vez experimentando adaptaciones al mismo tiempo que la sociedad y del Protocolo oficial que hace unos cuantos años únicamente se estilaba, ahora tenemos otras especialidades más específicas según los ámbitos de competencia.

En cualquier caso, la formación del profesional está garantizada y con ello su solvencia  y competencia, lo que le legitima para desempeñar su función allí donde esté. La profesionalidad ahora mismo no puede ponerse en tela de juicio. Existe una convivencia entre profesionales de la primera época y las nuevas generaciones que están saliendo de los centros universitarios. Todos son profesionales al servicio del protocolo y del sector de la organización de eventos. Lo que hace falta es poder demostrar esa profesionalidad, para lo cual es preciso que el mercado laboral demande el ejercicio de nuestra actividad y que todos encuentren una salida profesional.